viernes, 18 de marzo de 2016

Homenaje al C. Jose Loreto Salas Velasquez Qepd.

Descansa en paz gran amigo, Loreto Salas. de ti aprendimos la grandeza del humanismo y la razon de ser justos y equitativos con todos... 

lunes, 7 de marzo de 2016

Escuelas normales rurales: agentes de cambio y desarrollo



Simón Vargas Aguilar*

Las Escuelas normales rurales, originalmente planteadas como escuelas rurales regionales o centrales agrícolas, en 1922, formaban parte del proyecto de reforma educativa de los gobiernos posrevolucionarios, cuyo principio era la socialización de la educación en el ámbito rural mexicano, así como propiciar la concientización y participación social de quienes se forman en estos planteles, relata Alicia Civera Cerecedo, en su ensayo La legitimización de las escuelas normales rurales.http://bit.ly/1tWRjI0

Las normales regionales empleaban la propuesta pedagógica del reconocido pedagogo estadunidense John Dewey, quien concebía la escuela como la reconstrucción del orden social; el educador es un guía y orientador de los alumnos; es así que en México estos centros de preparación se caracterizaron por formar maestros rurales con vocación de apoyo, estimulando el proceso de transformación social a través de la enseñanza, atendiendo las necesidades educativas de las comunidades más marginadas del país.

Las escuelas rurales han sido perseguidas desde su creación, las primeras fueron descalificadas por los sectores conservadores de México debido a la inconformidad de la exclusión en la religión en este sistema educativo, se les trató con gran severidad, incluso grupos de fanáticos religiosos las llamaban escuelas del diablo, y los maestros rurales en ocasiones fueron víctimas de atentados contra sus vidas.

Posteriormente se les catalogó comosemilleros de guerrilleros y los integrantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) –organización estudiantil que desde su fundación en 1935 se ha encargado de la defensa de las normales rurales frente a las continuasamenazas de desaparición por algunos niveles de gobierno y de la sociedad– han sido víctimas de persecución, sobre todo después de su activa participación en el movimiento estudiantil de 1968.

Actualmente siguen en función 17 normales rurales –de las 29 que llegaron a ser antes del 68–; estos centros educativos adoptaron el modelo de educación socialista propuesto por el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas en 1934, el cual aspiraba a elevar las condiciones de vida de los obreros y campesinos, mismo que mantienen hasta la fecha a la par del plan de estudios oficial de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En diversos comunicados, la FECSM sostiene que en la educación en las normales rurales existentes aún se maneja una ideología marxista y que los planes educativos contienen materias que los capacitan en actividades agropecuarias productivas, culturales, deportivas y políticas, no obstante, en las dos décadas pasadas se ha planteado un reacomodo y reapertura a las nuevas tendencias teóricas, ideológicas y metodológicas existentes. http://bit.ly/1s7eI2J


Además de ser marginados, lo que caracteriza a los estudiantes de las normales rurales es su vocación de servir por medio de la educación a sus comunidades, su deseo de transformar con la enseñanza el futuro y la calidad de vida de los que ahí habitan, buscan ser ellos los agentes de cambio y desarrollo proporcionando conocimientos y herramientas necesarias para abatir la pobreza en las regiones más pobres y marginadas del país, a las que difícilmente otros normalistas accederían emigrar para desempeñar esta labor.

Después de los condenables sucesos de Iguala y del secuestro de 43 estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa, las condiciones de vida de los estudiantes dentro de los internados donde viven mientras reciben su preparación se han revelado en su real magnitud, se nos ha expuesto lo difícil que les ha sido sobrevivir debido a la falta de apoyos por parte de los gobiernos estales y federales.

Y esa siempre ha sido su petición más constante, la mejora de condiciones de vivienda y estudio y durante muchos años la respuesta de las autoridades fue la marginación o incluso la represión. Ayotzinapa también ha servido para que se recapitulen las agresiones de las cuales han sido víctimas los estudiantes en años recientes, cuyas consecuencias ya han resultado fatales en varias ocasiones.

En el acuerdo firmado este 29 de octubre entre el presidente Enrique Peña Nieto y los padres de los 43 normalistas desaparecidos, el gobierno de la República se comprometió en el noveno punto a realizar un programa de redignificación de la infraestructura y los espacios de las escuelas normales rurales del país a fin de que proporcionen educación de calidad en los términos de la Constitución. http://bit.ly/1p7kQxp

Siguiendo con el discurso del titular de la SEP, Emilio Chuayffet, quien durante su comparecencia ante comisiones en el Senado, como parte de la glosa del segundo Informe del presidente Peña Nieto, dijo que el gobierno federal no cerrará ninguna normal rural, al tiempo de reconocer que muchas de estas se encuentran en condiciones verdaderamente deplorables.

Es tiempo de fortalecer el normalismo rural dotándolo de mayores y mejores recursos a efecto de garantizar una educación que pueda contribuir a integrar a los niños y jóvenes de esas comunidades a la modernidad y al desarrollo. Todos tenemos la palabra.

*Analista en temas de seguridad, educación y justicia

Twitter: @simonvargasa

Facebook: simonvargasa

Escuelas para pobres. Las normales rurales en México.



"Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano".
Lucio Cabañas

Las Escuelas Normales Rurales originalmente planteadas como Escuelas Rurales Regionales o Centrales Agrícolas, forman parte del principal proyecto de reforma educativa propiciado por los gobiernos posrevolucionarios en México cuyo principio sigue siendo la socialización de la educación en el ámbito rural mexicano así como propiciar la concientización y participación social de quienes se forman en estos planteles que desde sus inicios adoptaron el esquema de la defensa de la educación pública como un derecho popular y sobre todo como un derecho de los más pobres, empleando la educación como una herramienta fundamental para el entendimiento de la realidad social y la posibilidad de su transformación.




Atendiendo las necesidades educativas de las comunidades más marginales del país (principalmente la necesidad de maestros para la enseñanza primaria en las regiones más pobres) se priorizó la formación de maestros campesinos que a su vez pudieran educar a los hijos de los campesinos.



Desde su primera instalación en 1922, las Escuelas Normales Rurales no fueron ajenas a las condiciones sociales y económicas particulares de cada lugar, y por ello los planes y programas de estudio fueron adecuados a la realidad asumiendo un papel de compromiso y solidaridad con los más necesitados. El principal requisito para ingresar a estudiar en una normal rural es no contar con los recursos suficientes como para aspirar a una educación en las universidades oficiales o estatales, en pocas palabras “ser pobre”. Así, estas escuelas también se caracterizan por formar maestros rurales con vocación de apoyo; un maestro rural es entre otras cosas, agricultor, médico y amigo del pueblo.


Las normales rurales fortalecieron su carácter politizador estimulando el proceso de transformación social a través de la enseñanza, adoptando el modelo de educación socialista propuesto por el gobierno de Cárdenas con la reforma al artículo 3 constitucional en el año de 1934. Dicha reforma trajo consigo la inconformidad de los sectores conservadores mexicanos ya que replantea firmemente la exclusión de la religión en la educación, cuestión muy arraigada en algunas zonas rurales; generando desconfianza hacia el proyecto de educación campesina se les comenzó a tratar con severa hostilidad producto del fanatismo religioso que descalificó la enseñanza socialista y a las normales rurales llamándolas “escuelas del diablo” derivando incluso en ataques y atentados contra la vida de los maestros rurales. (Tanalís Padilla)

Es pertinente señalar que durante los inicios de las normales rurales (hablamos de las décadas de los 20’s y los 30’s), muchos aspectos de la realidad nacional aún se encontraban en reconstrucción tras la revolución mexicana, la intención de cada gobierno en turno era insertar a México en los proyectos “modernizadores” que le permitieran comenzar a desarrollarse y para esto el carácter de la educación que ofrecería el Estado era un aspecto crucial aun en definición.

La decisión oscilaba entre las políticas conservadoras que visualizaban a la educación como un medio disciplinario y de control social, o una postura intelectual que concebía a la escuela como un espacio propicio para el despertar de la conciencia popular. La SEP, en sus inicios en los años 20’s optó por la primera postura, y el reflejo de la defensa de las estructuras sociales porfiristas aún se podía encontrar en los planes de estudio de algunas escuelas rurales aisladas. (Susana Quintanilla)

El proceso educativo de cualquier país tiene una estrecha relación con las estructuras sociales imperantes. Este incluso puede darse desde dos perspectivas, la integradora que propone adentrar a la sociedad en el proceso social de consolidación capitalista y los preceptos educativos que le son funcionales “mediante la inculcación de la ideología dominante”; o la transformadora que propone una visión congruente de la realidad abandonando el papel del maestro como poseedor de la verdad absoluta para que brinde herramientas para la concientización y la transformación de la sociedad.(Eva Hicks Gómez) Retomando este planteamiento la estructura de la Escuela Rural en México evolucionó de manera diversa obedeciendo fundamentalmente a la perspectiva integradora. 

Mural en Normal Rural Ayotzinapa.
La creación de las llamadas Casas del Pueblo permitió que se pudiera llevar el conocimiento a los indígenas propiciando la unidad, la convivencia y la enseñanza colectiva a través de misioneros más que maestros. 


También se creó el proyecto de las Misiones Culturales emprendido por José Vasconcelos con el propósito de alfabetizar a los indígenas. Sin embargo, este fue uno de los proyectos con una visión mucho más integradora al proceso de estructuración capitalista en México. Conocida también como Cruzada contra la ignorancia, Vasconcelos buscaba “incorporar a los indígenas y a los campesinos al proyecto de una nación civilizada, terminar con el fanatismo religioso y los hábitos viciosos” (Jonatan Gamboa Herrera)

También estaban las Escuelas Artículo 123 obligatorias para los hijos de trabajadores de empresas agrícolas e industriales. Por la vía de los hechos estas escuelas fungieron como centros formadores de conciencias revolucionarias así como un aglutinador del descontento y contra los abusos de terratenientes y caciques.

Y por último están las aún sobrevivientes Escuelas Normales Rurales en las que además de aprender las labores del campo, los estudiantes asisten a la escuela para aprender a luchar por una sociedad diferente.

Este proyecto de educación campesina nació, creció y se ha desarrollado a contracorriente de todas las limitaciones económicas y sociales generadas por la incapacidad de los gobiernos posrevolucionarios para atender un proyecto de tal envergadura, aunada a la generación de la desconfianza social hacia el modelo de educación socialista. Por otro lado han tenido que enfrentarse a los obstáculos impuestos a partir de la derogación de la educación socialista en 1944 con el gobierno de Ávila Camacho, periodo tras el cual se dio la reducción del presupuesto y el cierre de por lo menos 30 de los 46 planteles que se instalaron por todo el país. El último de ellos, el Mexe en el Estado de Hidalgo, fue cerrado en el año 2008 durante la actual gestión de Felipe Calderón. Algunos de estos planteles fueron transformados en escuelas secundarias adoptando los planes de estudio contemporáneos.

Cohesionar las ideas entre el proyecto educativo y el surgimiento de la FECSM.

Así las Normales Rurales retoman el principio de educación socialista que durante el gobierno de Cárdenas propuso una perspectiva transformadora, y posteriormente hubo la necesidad de asumir una lucha abierta contra el Estado que desde un inicio les puso fecha de caducidad. La defensa de la educación pública para los campesinos, así como los derechos de los trabajadores son considerados conquistas históricas y un ejemplo a seguir, es por ello que los planes de estudio e incluso los materiales didácticos de las normales destacan la necesidad de la organización estudiantil campesina para resistir a los abusos y arrebatos de las autoridades.

Por ello se fue perfilando la estructura política organizativa que aglutina a los estudiantes campesinos para garantizar la existencia del normalismo rural. “Es durante el gobierno del Gral. Cárdenas en que más se facilita la organización de las masas campesinas, obreras y estudiantiles de las escuelas normales rurales, naciendo así la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), el 18 de junio de 1935, en la Central Campesina de El Roque, Guanajuato, constituida por todos los estudiantes de las escuelas normales rurales del país...” (Arturo Delgado Moya)

La FECSM se constituyó como una organización independiente a las centrales campesinas oficiales y los aparatos sindicales de la época, además de ser una de las organizaciones estudiantiles más antigua, mejor estructurada y con mayor tradición de lucha en México. Su fortaleza radica en sus integrantes (todos estudiantes y egresados de las Normales Rurales), su convicción de lucha por la defensa de la educación pública y gratuita, la disciplina practicada a través de una militancia comprometida, así como la formación de maestros rurales conscientes de los problemas sociales y convencidos de que un cambio social es posible.

Actualmente, siguen en pie 16 Escuelas Normales Rurales en donde aun se mantiene el esquema de educación socialista. Los estudiantes se forman en diversos ejes como el académico que obedece al plan de estudios oficial de la Secretaría de Educación Pública; el de Módulos de producción que los capacita para la actividad agropecuaria productiva; el cultural donde se aprende música popular, danza regional y otros oficios; el deportivo en el que se practican algunas disciplinas básicas y el político que se representa por un comité estudiantil en cada plantel y desde el cual se estudia el “marxismo-leninismo” y se analiza la realidad política y social del país. (Normales Rurales, Escuelas en resistencia)

La labor de concientización en estos centros educativos se ha dado a través de una educación política anticapitalista, la herencia teórica del marxismo-leninismo es la base de esta tarea. Es claro que un modelo de educación socialista no podía triunfar en un país apresto a integrarse al incipiente capitalismo del siglo XX, pero las normales rurales desde sus inicios hasta la actualidad han sido un espacio abierto para la formación política de sus estudiantes quienes adquieren una consciencia de clase y reivindican los procesos históricos fundamentales como la lucha de clases y la capacidad transformadora del proletariado, por ello la oposición encarnizada que la burguesía ostenta en contra de los normalistas no es extraña, siendo que a través de generaciones han demostrado su carácter combativo y la fortaleza de los campesinos mexicanos que aunque pobres, asisten a los más necesitados llevando la enseñanza a los rincones más apartados del país. De la costa hasta la sierra, los maestros rurales demuestran su compromiso con la educación científica, la conciencia política y la transformación social.


Debido a la participación política tan activa de sus estudiantes y a la relación de sus egresados con los movimientos campesinos, las normales rurales se enfrentan también a la descalificación mediática y el aislamiento político que ha sido impulsado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) propiciado por Elba Esther Gordillo y sus antecesores.

Es a través de la FECSM que se aglutina el descontento y se exigen las demandas que cada año permiten a las normales rurales seguir existiendo. Ahora conseguir los recursos para su subsistencia sólo es posible con la lucha de los normalistas por lo que es necesaria la movilización para garantizar el nuevo ingreso cada ciclo escolar, así como el sostenimiento del comedor, el internado, las becas estudiantiles y el apoyo para los egresados.

Los integrantes de la FECSM están acostumbrados a su dinámica combativa y movilizadora. Su capacidad de convocatoria a los sectores más conscientes de la juventud mexicana aún sigue siendo la más importante en el país después de movimientos como el del CNH en 1968.

Igual que otros movimientos estudiantiles, se han enfrentado a la represión en todas sus magnitudes, siendo el más reciente enfrentamiento del 12 de diciembre en Chilpancingo entre estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y fuerzas de la policía estatal y federal, una muestra más de la lucha que el estado ha emprendido por la desaparición de estos centros educativos.

http://periodicoelcomienzo.blogspot.com/2012/02/escuelas-para-pobres-las-normales.html

Normales rurales. Historia mínima del olvido



Alicia Civera Cerecedo.

Parece que fue necesaria la desaparición y asesinato de 43 estudiantes normalistas rurales de la escuela Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, los días 26 y 27 de septiembre, ocurridos en medio del asesinato y desaparición de miles de personas en el contexto de la guerra contra el narcotráfico, para que nos preguntáramos qué han sido las escuelas normales rurales, a las que se ha calificado de “vivero de rojillos” o “semillero de guerrilleros”. Lo cierto es que de las aulas de estas escuelas han egresado líderes de diferentes ámbitos políticos. Tan sólo por poner unos ejemplos: Othón Salazar y Misael Núñez Acosta, líderes del movimiento magisterial en contra del charrismo sindical y Carlos Jonguitud Barrios, uno de sus principales representantes; Lucio Cabañas, fundador del Partido de los Pobres, Manuel Sánchez Vite, gobernador de Hidalgo por el PRI, Celia Rangel, profesora y líder agrarista en Jalisco. Más allá de estos sonados casos excepcionales, de las escuelas normales rurales han egresado generaciones de profesores que han trabajado frente a grupo durante años, muchos de ellos en zonas rurales o urbanas marginales y que han conformado una cultura magisterial particular en la que el compromiso social es un componente importante. Aquí señalaré algunos de sus rasgos.


Las escuelas normales rurales fueron creadas después de la Revolución de 1910 como parte del ambicioso proyecto cultural que buscaba transformar la vida de las comunidades rurales a través de la escuela. Su objetivo inicial fue formar maestros capaces de civilizar a los campesinos en las escuelas rurales que se abrirían en todo el país. A principios de los años treinta fueron convertidas en escuelas regionales campesinas con objetivos más ambiciosos: realizar una transformación del campo, integrando actividades culturales, deportivas, educativas, económicas y de organización política en el marco de la reforma agraria y de la conformación del Estado posrevolucionario. Jóvenes entre 12 y 17 años se formaron con un plan de estudios de cuatro años posteriores a tres o cuatro años de educación primaria, que enlazó la formación de maestros rurales con la de técnicos agrícolas para formar líderes, personas autónomas, responsables y con autonomía, conocedores de técnicas de agricultura y ganadería, oficios rurales y cultura cívica, de los artículos constitucionales que amparaban a los campesinos y obreros; jóvenes que fueran observadores de las necesidades del medio rural y manejaran técnicas para convertirse en gestores para solicitar el reparto agrario, formar cooperativas de producción, abrir escuelas, procurar la higiene y el deporte, organizar fiestas patrias y otras actividades como la alfabetización. Los directores de las escuelas incluso llegaron a ser los representantes del Banco Nacional de Crédito Ejidal y fungieron como responsables de hasta 10 escuelas rurales que funcionaban como anexas.

Las escuelas se ubicaron en zonas rurales, reclutaron a hijos de ejidatarios o de pequeños propietarios rurales que recibían becas del gobierno federal y al finalizar sus estudios obtenían plazas como maestros en escuelas rurales. Buena parte del proceso educativo se daba en los internados, que hasta 1943 fueron mixtos. Los estudiantes se rotaban para atender todas las necesidades de cada escuela, sus anexos agropecuarios y talleres, la alimentación y la limpieza, otorgando un gran valor al trabajo, la disciplina, la vocación de servicio y el compromiso con la comunidad. Cuando en 1934 se modificó el artículo tercero de la Constitución para establecer que la educación que impartiera el Estado sería socialista, se añadieron al plan de estudios algunas materias sobre materialismo histórico, al igual que en otras escuelas normales. Un año después se formó la FECSM, organismo estudiantil que enlazó a las sociedades de alumnos de cada escuela y que jugaría un papel fundamental en la lucha por mejorar las condiciones de trabajo de las escuelas.

Entre 1920 y 1941 las escuelas representaban la entrada del gobierno federal revolucionario en la vida del campo.1 Sus relaciones con las comunidades no fueron sencillas por su carácter mixto y laico, mientras que su encargo agrarista las colocó como enemigas de caciques, propietarios y comerciantes. A la vez, su involucramiento en la reforma agraria pronto entraría en contradicción con la construcción vertical del corporativismo del gobierno revolucionario, que limitó la organización de ligas agrarias y organizaciones magisteriales independientes como las que se proponían desde las escuelas regionales campesinas. Para 1939 la SEP había abierto ya 36 escuelas, con condiciones de trabajo muy variables que se deterioraron notablemente a raíz de la expropiación petrolera. Los maestros, estudiantes y padres de familia muchas veces fueron quienes proporcionaron su trabajo y los materiales para construir los salones, talleres y anexos, con apoyo de las comunidades rurales cercanas. Se puede decir que ellos, literalmente, construyeron sus escuelas. Por eso en 1940, como lo harían en el futuro, apoyaron a los estudiantes cuando se fueron a una huelga nacional exigiendo, sobre todo, el incremento en el presupuesto de las regionales campesinas, especialmente para completar la planta docente y subir el monto de las becas.

1941 representó un parteaguas en la historia de estas instituciones. Ese año se estableció un plan de estudios único para todas las escuelas normales, fueran urbanas o rurales. Las regionales campesinas fueron desintegradas para crear por separado escuelas prácticas de agricultura y escuelas normales rurales. Desde entonces desapareció la intención de que se adaptaran a las necesidades locales y el carácter especialmente rural de estas normales, cuyo número se redujo a 18. No obstante, las plazas de profesores sí estaban diferenciadas en urbanas y rurales, y a estas últimas correspondía un sueldo menor. Las normales rurales perdieron sus escuelas anexas, y ya sin sentido, sus talleres, tierras y anexos agropecuarios quedaron como excedentes: muchos de ellos se convertirían en ruinas, mientras que otros fueron trabajados por los maestros y estudiantes para apoyarse económicamente frente a los escasos recursos que les proporcionaría la SEP en adelante: las escuelas no tenían los laboratorios y bibliotecas para entonces imprescindibles para cumplir con un plan de estudios que incorporaba materias equivalentes a la educación secundaria. Era frecuente que algunas asignaturas no podían ser cursadas por falta de maestros que las impartieran.

Entre 1941 y 1969 las normales rurales vivieron otra época. Los gobiernos en turno durante este periodo apostaron a la modernización del país a través del desarrollo industrial y urbano. La reforma agraria fue detenida y las escuelas normales rurales tuvieron un escaso lugar en este proyecto, aunque en los años cincuenta tuvieron un nuevo impulso. Algunas escuelas prácticas de agricultura volvieron a convertirse en normales rurales y se abrieron otras hasta llegar a ser 29. La SEP promovía la producción de las tierras en las escuelas, pero no daba recursos para ello. La mayor parte de los estudiantes siguieron siendo de origen rural y humilde. Las becas y los internados se convirtieron en opciones de movilidad social e incluso de sobrevivencia para hijos de campesinos, mineros y otros sectores del medio rural de escasos recursos que no hubieran podido estudiar sin esos apoyos, como lo fueron muchos huérfanos o hijos de mujeres viudas. Familias enteras se formaban en las normales rurales generación tras generación.

A finales de los años cincuenta los estudios de normal se hicieron equivalentes al bachillerato, con lo que las escuelas abrieron la oportunidad de que estos sectores o ingresaran al servicio docente o pasaran a los estudios universitarios. La formación de identidades en los internados se hizo aún más intensa, ya que la convivencia con los compañeros podía extenderse hasta por siete años: uno del curso complementario (para concluir la primaria), los tres años de secundaria y tres de normal. Como las condiciones en los internados eran difíciles, era frecuente que los estudiantes, sobre todo los varones, se cambiaran de un plantel a otro buscando mejores condiciones o acercarse a las opciones del mundo urbano, sin que por ello abandonaran su relación con los medios rurales. Si en el pasado en algunas escuelas habían funcionado células comunistas y se habían fomentado, como parte del currículum, relaciones con organizaciones agrarias, en estos años a estos vínculos se añadieron otros. Guiados por sus maestros, muchos de ellos bien preparados, simpatizantes del Partido Comunista y defensores de la democracia sindical, como por ejemplo José Santos Valdés, los normalistas rurales apoyaron al movimiento magisterial gestado en la ciudad de México bajo el liderazgo de Othón Salazar, que buscaba la democratización del SNTE. Poco después respaldaron al movimiento estudiantil que culminaría en 1968 con el asesinato masivo de jóvenes en la ciudad de México, con el encarcelamiento de estudiantes y con el cierre de 15 escuelas normales rurales: un fuerte castigo a la libertad de expresión. Un hecho difícil de olvidar.

En la vida de los internados y la organización estudiantil se habían mantenido muchos de los objetivos fundacionales de las escuelas (el vínculo con lo rural, el compromiso social, la idea de formar líderes), así como sus contradicciones (la necesidad de movilizarse para mejorar las condiciones casi siempre precarias de las escuelas, el sentimiento de pérdida de lo que se tenía antes y de ser tratados como estudiantes y futuros maestros de segunda por su origen rural). El pasado de las escuelas y las promesas no cumplidas a los movimientos campesinos se enlazaron en estos años con las inquietudes despiertas por la revolución cubana, ampliamente contrastantes con el autoritarismo del PRI. En las escuelas operaban Comités de Orientación Política e Ideológica en los que algunos estudiantes discutían a autores como Marx, Lenin y el Che Guevara y se entrenaban en la oratoria. El compromiso social y el activismo político tenían varias vertientes e incluso la FECSM vivió una fuerte escisión a principios de los años sesenta. Algunos maestros egresados de las normales rurales optarían por la vía armada para lograr el cambio social, como sucedió en Chihuahua y Guerrero, y pese a los esfuerzos de la FECSM por limitar la injerencia de todo partido político, en los internados comenzaron a tener presencia distintas fuerzas políticas. Sin embargo, es importante resaltar que no todos los estudiantes se interesaban en este ámbito. En los internados se hacían diversos grupos de amistad según la generación, el dormitorio, la comunidad de origen, o la participación en grupos musicales, equipos deportivos y en otras actividades culturales que tenían una fuerte presencia en su vida cotidiana.2

La información disponible sobre las escuelas normales rurales de los años setenta a nuestros días proviene sobre todo de fuentes periodísticas y es muy limitada ya que hace visibles los conflictos entre las normales rurales y las autoridades de los estados, pero no la complejidad de sus motivos ni lo que sucede en la vida cotidiana de las escuelas y los internados.3 Un nuevo reto se planteó a las escuelas normales con la elevación del ciclo de estudios a nivel de licenciatura en 1984 y más aún con la descentralización de la educación básica y normal en 1993. Las normales rurales pasaron a la administración estatal con lo que se restringió el reclutamiento de estudiantes y el otorgamiento de plazas a regiones determinadas. La FECSM se opuso a esta política que debilitaba la posibilidad de que las rurales en su conjunto negociaran con el gobierno federal, algo que había sido de vital importancia para su sobrevivencia. Si a lo largo de su existencia los trabajos y las condiciones de cada escuela muestran diferencias importantes según las circunstancias regionales particulares, a partir de los noventa la diversidad se haría más grande. Algunas escuelas fueron absorbidas por el crecimiento de los centros urbanos y comenzaron a ingresar jóvenes de origen urbano de escasos recursos, mientras en otras la presencia de estudiantes indígenas se incrementó. Se trataba, entonces, de jóvenes mayores de edad. En 2003 la SEP registraba 10 escuelas para varones, seis para mujeres y cuatro mixtas (de otras dos no se contaba con el dato). La planta docente fue cambiando y en algunas fue disminuyendo el número de maestros de tiempo completo, que resultan fundamentales en el régimen de internado.

Aunque la SEP dio facilidades para la apertura de escuelas normales privadas, ha seguido una política de limitar la matrícula de las escuelas normales públicas, bajo el argumento de que hay un excedente de profesores ante los cambios en la dinámica poblacional. El tope de la matrícula fue particularmente fuerte en el caso de las escuelas normales rurales, que se opusieron al programa de Modernización Educativa y las subsecuentes políticas educativas. Los reclamos de los estudiantes por las malas condiciones de las escuelas, la insuficiencia de sus becas y los topes a la matrícula se fueron incrementando y la prensa ha hecho énfasis en el uso de estrategias como el secuestro de autobuses o bloqueos de carreteras, pero no tanto en la histórica estrategia de cortar los suministros de las escuelas cuando están en paro. Muchas veces los movimientos estudiantiles han sido apoyados por la población circundante a las escuelas con base en sentimientos de justicia social pero también porque los internados han sido fundamentales para la movilidad social, incluso para el desarrollo económico local. El caso más sonado de este soporte fue el de El Mexe, Hidalgo, en el año 2000.

Con la alternancia en el poder las relaciones entre las escuelas y las autoridades han empeorado. La distancia entre los proyectos educativos de la SEP y de las escuelas, con sus respectivas bases políticas, se ha hecho cada vez más grande. En 2003 se cerró el internado de la escuela de Mactumatzá, Chiapas, y se cancelaron las becas de los estudiantes. Cinco años después se cerró El Mexe, una de las escuelas más emblemáticas. Mientras los estudiantes se manifestaban en contra de la Alianza por la Calidad Educativa, Elba Esther Gordillo, presidenta del SNTE, declaraba públicamente que las escuelas normales rurales serían transformadas en escuelas politécnicas. El 12 de diciembre de 2011 la policía mató a dos estudiantes de Ayotzinapa cuando realizaban un bloqueo de la carretera del Sol, en Guerrero.

Las escuelas normales rurales del siglo XXI al parecer han buscado renovarse. La FECSM, que se autodenomina una organización semiclandestina y sigue teniendo presencia en la mayor parte de las normales rurales, impulsa un proyecto educativo que abarca cinco áreas de acción: educativa, cultural, deportiva, productiva y política. Se trata de una adaptación del plan de estudios de las escuelas regionales campesinas. En el nivel local, algunas agrupaciones de egresados se mantienen activas y procuran apoyar a las escuelas en la construcción de proyectos pedagógicos alternativos que también retoman el compromiso social del profesor como base, y hay algunas otras iniciativas poco conocidas.

Actualmente existen 16 establecimientos en diferentes estados, en los que se forman cerca de siete mil estudiantes, con casi 800 profesores, que no representan ni 10% del total del subsistema de formación de maestros. Las becas diarias de los estudiantes varían de 45 pesos en Ayotzinapa, Guerrero, y Tamazulapan, Oaxaca, a 70 pesos en Tenería, Estado de México (según han declarado los representantes de la FECSM). En la reunión que Enrique Peña Nieto sostuvo el 29 de octubre con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, se comprometió a dignificar las escuelas normales rurales y la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto adicional de 400 millones adicionales para ellas. Pero los problemas de las escuelas normales rurales no se van a arreglar sólo con este bono. Las solicitudes de ingreso en este año escolar bajaron drásticamente ante el escenario planteado por la reforma educativa y el miedo a la represión ha ocasionado la deserción de un porcentaje alto de estudiantes normalistas rurales en todo el país. Los sucesos de Iguala del 26 y 27 de septiembre son, entre otras cosas, la explosiva y atroz culminación de años de hacer caso omiso de las dificultades de desarrollo y educación en las áreas rurales, de años de discriminación, de intolerancia y violencia hacia los jóvenes campesinos e indígenas y futuros maestros que hoy parecen desechables.

Alicia Civera Cerecedo
Investigadora titular del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav.